PARA ILUSIONARSE…
Leandro lleva la base, cruza mitad de la cancha con los ojos puestos en el objetivo. Concentración absoluta. Examina los cruces en la pintura, observa la cortina de David en el eje, la utiliza como carnada, encuentra el espacio y ve a Lionel despegarse de su marca debajo del canasto en el momento exacto con un movimiento corto de ida y vuelta. Pase fulminante, directo, impensado y doble de Boca.
La Bombonerita, que hasta hace pocos días no era más que un gimnasio de entrenamiento, hoy está repleta –o casi, debido a las restricciones de aforo- de personas que batallan para contener la emoción. El reencuentro con sus colores les eriza la piel, les rasguña la garganta debajo de los barbijos, les colma los ojos y el corazón, los invita a saltar y aplaudir. Fede corre la cancha y termina la jugada en volcada, y aquel silencio que perduró una temporada completa hoy se transforma en explosión.
Adrián deja el banco de suplentes con semblante segura. Ni un rastro de malestar en su rostro al ingresar al terreno de juego como sexto hombre. La tribuna junto a los relevos estalla en un respetuoso aplauso que le da la bienvenida a ese enorme veterano que cada vez que puede, declara que quisiera terminar su carrera en el Xeneize. Manos de pulpo, atenaza la bola tras un dominio incómodo del rival y ataca el canasto contrario como una saeta encendida. Abre las alas el pájaro e imprime en la memoria colectiva una vez más su firma a través de su flotadora característica que hace escurrir la bola por las redes casi sin tocarlas.
Kevin entiende que hoy las cosas no le serán tan fáciles y tras recibir la doble marca en el poste, revierte para un compañero. Como siempre, como le gusta más, batalla, choca, se hace fuerte, empuja en la pintura para ganarse su lugar. Como nunca, su sonrisa partido a partido ilumina la Bombonerita. Se lo ve feliz, disfrutando; se lo ve atlético y veloz de mente; se lo ve luchador e incansable, como de costumbre.
Manu y su mano de seda aparecen siempre en los momentos justos. Ya no está Leiva para facilitarle espacios, ahora su guardaespaldas es Kevin y la ecuación no cambia: a pie firme, en movimiento, saliendo del rulo, en las esquinas, si le dejan el lugar, el tirador es letal. Pero no solo de triples vive el base, por eso parece agregar de a poco a su repertorio más pases clave y penetraciones de las que solíamos ver. Y por qué no, la flotadora característica de su compañero Adrián.
Fede no va a decir demasiado, pero como pocas veces desde que vistió la camiseta de Boca, deja que su juego hable por él. Un ejemplo de solidaridad y compromiso a favor del equipo. La versatilidad como bandera: de 3 o de 4, siempre se las arregla para rendir sin hacerse notar. Empareja al jugador más potente rival y lo seca de puntos en el momento clave del juego. Aprovecha que el talento ofensivo abunda, utiliza los espacios que le dejan y revolea canasta tras canasta desde el perímetro. Y comprende qué es lo que el equipo requiere de él y se transforma en una pieza fundamental del sistema ofensivo sin siquiera tocar el balón.
Leo sale del rulo y arma el lanzamiento más hermoso de la Liga Nacional de Básquet. Penetra, descarga, vuelve a salir y recibe en la esquina para clavar uno más. Usa la cortina, pasito adentro del arco y despega para otro doble en suspensión. Ataca la canasta con inteligencia y velocidad. Se desprende del balón en el momento justo. Se compromete más en defensa para estar alineado con el equipo. Reaparece el asesino del comienzo del torneo anterior y Boca se transforma en una amenaza para cualquier oponente.
Y los más chicos, con Tomás a la cabeza acompañando en minutos de calidad, aparecen para dar la cara y disfrutar de las mieles de un Xeneize que se entiende a la perfección y da cátedra en cada partido.
Parece un cuento, parece una fábula, una ficción, pero no lo es. Boca juega lindo, gana, gusta y golea. Vale la pena ilusionarse.
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